jueves, 17 de noviembre de 2011

Renovación


Tras varios meses abandonado el escribir he almacenado una serie de cosas que me gustaría compartir con todos los que por casualidad caigan en este blog. Habiendo perdido sentido el fotolog que usaba antaño paso a un sistema ¿mejor? y espero mantener una continuidad o algo semejante. Además aderezaré la publicación con algún dibujillo de mi autoría, aunque la mayor parte de las veces no tenga nada que ver con el texto.

De momento os dejo la primera parte de una historia sobre utopías que escribí hace tiempo. Espero que os guste.

Durante mis múltiples viajes como mochilero por el mundo había conocido vidas muy diversas. Desde la agitada vida de los ejecutivos en Nueva York, hasta los aburridos pueblos del centro de España, pasando por comunas hippies en Francia, ciudades grandes, pequeñas, medianas, bonitas, aburridas, fiesteras etc. Y ahora tenía ganas de conocer la zona de Méjico, justo pasada la frontera de los estados unidos. Tenía entendido que allí estaba surgiendo un conjunto de comunidades independientes, de gente desencantada con los modelos sociales actuales. Pasee por los bosques. Debía ser algo grande, por que bastaba caminar un rato en cualquier dirección para encontrar alguna de estas pequeñas comunidades. Las había de todo tipo, la única característica común eran las ansias de autogestión. A partir de allí cada cual tenía sus costumbres, a cual más extraña. En muchas la gente caminaba desnuda con normalidad, en otras no había jefes, unas tenían impresionantes estructuras construidas por ellos mismos, otros malvivían en chozas. En general eran pacíficos y muy acogedores, así que yo fui viviendo de comunidad en comunidad. Nunca me quedaba más de una semana en cada una. Yo no estaba allí buscando nada, no tenía interés en quedarme en ninguna. Lo único que deseaba era conocer mundo, vivir todas las experiencias posibles en el breve lapso de vida que me quedaba por delante. En mi ciudad natal tenía un pequeño piso, y un trabajo frustrante como cualquier otro. Necesitaba evadirme de cuando en cuando, y estos bosques parecían el paraíso de quien quiere olvidar la rutina.
Todas las comunidades, aún las menos desarrolladas tenían una serie de normas y costumbres que había que aprender; pues no es lo mismo agradecer algo con una sonrisa, que con un beso, ni es coherente estar vestido en una comunidad nudista. Allá donde fueres haz lo que vieres que decía el refrán. Y eso era lo que hacía yo, observaba las comunidades un par de días, antes de entrar en ellas, para saber que debía hacer para ser educado. Tanto daba que las normas las marcase un líder, o la misma comunidad, el caso es que convenía conocerlas.
Tras una magnifica semana en una hermosa comunidad neo-hippie muy bien gestionada decidí hacer noche un par de días yo solo, durmiendo bajo las estrellas, antes de buscar alguna experiencia nueva. Esa semana me había marcado de alguna manera un poco más que las visitas a otras comunas. El pudor por el cuerpo no existía, y todos caminaban sin ropa, pero no era como otros sitios en los que había estado, en los que todos estaban de orgía. Aquí se copulaba, pero nada excesivo, digamos que había una especia de monogamia no escrita, lo que ahorraba no pocos problemas, y creaba alguno nuevo. El caso es que tenían más tiempo para encargarse de los campos y de las infraestructuras. Poseían hasta granjas hidropónicas, y unos establos bastante limpios. Las placas solares cubrían la práctica totalidad de los tejados.
Debían ser de los pocos que no dependían en absoluto del exterior. Con las reservas de los graneros podrían subsistir un par de malas cosechas sin pasar ninguna penuria, además, el molino de agua podía producir también energía, por si se nublaba mucho tiempo, cosa poco común por esas latitudes. Pero lo que me hizo encapricharme con esa comunidad y pasar más tiempo de mis habituales tres días con ellos fue su extraño trato hacia los animales. Los veneraban. Los perros comprendían ordenes de bastante complejidad, casi podría decirse que eran capaces de hablar, cualquiera diría que no lo hacían delante de los invitados por qué no se corriese la voz, y fuera a buscarlos algún circo poco escrupulosos o algún personaje semejante. Cabalgaban sin silla ni estribos, murmurando suaves palabras a los animales. Las vacas pastaban apaciblemente, y se dejaban ordeñar sin dar nunca ningún problema. Podría decirse que estos animales estaban tan a gusto entre esta entrañable gente que se esforzaban por agradarles. Pero lo que más me impactó fue su relación con los animales venenosos, las serpientes y los escorpiones. Tenían un acervo de áspides, serpientes de cascabel, alacranes, escorpiones etc. impresionante. Según parece usaban algunos venenos para fabricar medicinas muy efectivas, pero el problema era que querían tener a todos esos animales sueltos. Me explicaron que privar de la libertad a un animal era un ultraje a la propia libertad humana, y más si la causa de esta privación de libertad se debía al veneno, algo de lo que ni serpientes ni escorpiones eran conscientes de tener, y que usaban razonablemente para cazar y defenderse. En teoría lo comprendí, pero… ¿Y los niños? ¿Y si alguien pisa a uno sin querer?.
Me lo explicaron y me sorprendió; estaba todo pensado, desde pequeños recibían dosis de veneno crecientes, a modo de vacuna, así que cualquier niño de más de 12 años podía ser picado por una serpiente de cascabel sin sufrir más que alguien normal picado por una avispa. De todos modos, hasta estos animales con fama de rastreros eran aquí dóciles y casi obedientes. Tras mi gratificante experiencia me marché buscando nuevos estilos de vida. Pero primero quería unos días para descansar y asimilar todo lo visto. Continuará...

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