miércoles, 23 de noviembre de 2011

Encuentro


Eric Johansson http://www.ericj.se/

Esta historia la escribí en 2007, acaba como está, pero la estoy continuando de algún modo. Espero que se entienda bien.

Le vi acercarse. Me dio un poco de miedo, pero lo dominé sin problemas. No me gusta que la gente sepa lo que estoy pensando, y mucho menos los desconocidos. Decidí centrarme en que era lo que emanaba su figura que me hacía sentir esa incomodidad al verle. Era desagradable en toda su extensión. Se acercaba raudo con una expresión incriminatoria. Parecía decidido a echarme la bronca, pero yo no vi razones así que esperé a que se acercase para averiguarlo.
Tenía los ojos hundidos, y los labios amarillentos de la nicotina. Caminaba un poco echado hacia delante, como si quisiera mantener la cara muy cerca de su interlocutor. Se paró a menos de un palmo, de modo que sentía su fétido aliento acariciarme la cara, parecía que el vaho podía condensarse en mi cara formando quien sabe que extrañas sustancias. A esta distancia podía apreciar muy claramente sus rasgos. Decidí que lo que me incomodaba de él era absolutamente todo, desde sus manos sudorosas y temblorosas hasta su expresión desencajada. Tenía las pupilas dilatadas. Me pidió un cigarrillo y se lo di deseando que agradeciendo ese gesto se esfumase lo más rápidamente posible. Pero no fue así... Se mantuvo a mi vera buscando desenfrenadamente un mechero entre sus mugrientos bolsillos. Me percate de que llevaba una chaqueta de marino raída, con los puños amarillentos y desgastados. Sus manos temblorosas lograron su objetivo y, os juro que nunca había visto tanta ansiedad en un gesto tan sencillo como encenderse un pitillo. Sus manos temblorosas y brillantes por el sudor se afanaron en la tarea como si en ello dependiera la vida de ese pobre desgraciado. Sus labios besaron el cigarro como si fuera el amor de su vida. Los dedos eran amarillos de la nicotina, hasta el meñique, me sorprendió ver que llevaba dos anillos de matrimonio en el mismo dedo, grabado en uno el nombre de una chica, en el otro, un nombre que intuí que era el suyo propio. Así que su mujer ya no estaba con él... quizás ese fue el detonante de su caída a los infiernos. Quién sabe. De repente sentí lastima de ese hombre que estrujaba el cigarro como si más que aspirarlo quisiera comérselo. ¿Cuál era la causa de que ese hombre hubiera acabado así? Sentí curiosidad y decidí investigarlo, quizás por que me recordaba un poco al rumano que grita frente a la puerta de una pequeña iglesia cercana a mi casa, quizás por que sí, pero pronto descubrí que eso no iba a ser posible. El hombre se había terminado el cigarro y el brillo de sus ojos había vuelto un poco a su estado normal, sacó una petaca del bolsillo del pecho. Ponía sus iniciales, y la primera coincidía con el nombre masculino del anillo. No estaba equivocado al afirmar que era su nombre. Cerró y guardó la petaca y todo cambió. Ya no estábamos en una apacible calle de mi barrio, el ambiente era difuso, pero me recordó a la famosa niebla de Londres. El hombre había crecido y ahora levantaba del suelo varios palmos más que yo. Asustado y desorientado le miré. Pese a ser más alto continuaba teniendo la cara a la misma distancia que antes, pero no estaba agachado. Su cara era más grande y los detalles más desagradables. Abrió la boca amenazante y dejó al descubierto, donde no había huecos, un amasijo de encías destrozadas y dientes negros y rotos. Ya entendía parte de la fetidez del aliento. La luz de la farola le resaltaba los amarillos y parecía ser una aparición en la niebla espesa. Me miró como buscando las palabras y escupió una pregunta de un modo amenazante "¿Estás contento con tu vida?" Lo dijo como acusándome por ello. Yo no le respondí, pero él, como leyéndome la mente me dijo, no quieres hablar de tus problemas por que no te parece en nada comparables a los míos, pero yo no tengo problemas. No se como, pero empezó a echar humo. Este se fundía con la niebla. Sus manos aparecieron pobladas de cigarrillos y con una serie de imágenes mentales me contó su vida. Yo ya estaba convencido de hallarme inmerso en un sueño, una pesadilla. Pero parecía tan real...

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